Machista en soliloquio


Es una alegría y un orgullo editar un texto inédito de Dafne Mociulsky, una narradora y poeta que bueno bueno. Lleva publicadas varias novelas y poemarios que con espíritu militante vende ella misma en los bondis de tres cifras del conurbano oeste. Machista en soliloquio, el cuento que presentamos, narra lo que pasa cuando un galán -de esos que abundan en esos barrios- tiene un encuentro fantástico con una mujer que es capaz de trastocar su idea de la fidelidad con el mero expediente de separar las piernas.


Hace más o menos un año, estaba yo en la plaza con mi sobrinito y me llamó la atención una chica que se colgaba de los jueguitos, hacía abdominales colgada con las piernas del arco más alto, se sostenía de sus brazos y giraba sobre sí misma y, cuando se cansaba, conversaba con varios niños; uno de éstos era algo de ella. Con la excusa de que mi sobrino quería integrarse al grupo, me acerqué y le busqué charla. Aparentaba unos dieciocho años, pero tenía veinticinco y era la madre del pequeño que andaba en bicicleta. No es de esta chica de la que quiero llegar a hablar, sólo la nombro porque sabía demasiado y eso me sorprendió. No recuerdo su nombre, lo recordaría si me hubiera acostado con ella. Entablamos una interesante conversación y llegué a sentirme bastante inseguro al elegir mis palabras. Era extrovertida y estaba buena, no era para tirar cohetes pero bueh. Hablaba sin tapujos, sin temor a los prejuicios “machistas”. No le importaba lo que uno pudiera pensar de ella, se expresaba libremente ante un perfecto desconocido. -Justamente porque no te conozco puedo hablar tranquila, no podés hacerme ningún daño- aclaró, y tenía su lógica. Me contó que estaba, o había estado, enamorada de un “histérico, mujeriego y machista". Uno como yo, pensé, y más adelante me animé a decírselo, mientras le contaba que sólo una mujer me había librado por un tiempo de esa condición. -Un mujeriego no puede ser feliz del todo, vamos. El hecho de no poder estar bien con una mujer significa no poder amar libremente, pensalo bien. El mujeriego es esclavo de su rótulo y sus hábitos y cuando ama, no sabe amar y sufre. Así como nadie puede apresarlo, él tampoco puede “apresar” a nadie. No se puede ser feliz en varias relaciones simultáneas, mintiendo, lastimando, viviendo con la tensión de tener que actuar siempre con demasiada cautela… y esas tensiones afectan sólo al pirata en cuestión. Imaginate encontrar a la chica de tus sueños, tomate un minuto para imaginarla en serio, una mujer que tenga las cualidades que necesitás, que te entienda y te satisfaga, que cumpla sus fantasías con vos y vos con ella, ¿qué sentido tendría meterle los cuernos?, ¿para qué? En un caso así, sería cobardía, nada más.- Todo lo que me decía era perfectamente discutible, pero era interesante escucharla. Le pedí su teléfono, me dio su mail. Jamás le escribí, me asustó.

(Machista en soliloquio, Dafne Mociulsky, nohayverguenza ediciones, Buenos Aires, 2009)